sábado, 22 de septiembre de 2007

Sol per sfogare il core

En "Milanesa con papas" encontré un post sobre un lugar cuya historia desconocía: la Villa Marana ai Nani, así llamada por poseer en sus jardines 17 enanos tallados en piedra por el escultor Francesco Uliaco probablemente a partir de diseños de los Tiépolo, quienes decoraron la villa con sus frescos.
Construída en 1669, la leyenda habla de una "princesa enana" recluída en la mansión, aunque es mucho más probable que sea la fascinación por lo monstruoso que tiñe la obra barroca la inspiración de estas esculturas, más si consideramos que se reconoce en ellas a los personajes del "Teatro dei Burattini" y de la "Commedia dell'arte".

"La escalera de la Galería del Cierzo al cuarto bajo y bóvedas de verano, sin dejar de presentar un contenido variopinto, en el que no faltaban vistas de ciudades y batallas, reunía dos grupos de cuadros acaso complementarios. Uno lo conformaban los retratos de Pejerón, de Moro, el Loco Morata, de Coello, dos de Martín de Aguas, uno de ellos con un negro y otra loca, el de Catalina la Portuguesa, y los de la enana Magdalena Ruiz y un gigante llamado Juan Biladons; el segundo conjunto de pinturas, agrupaba rarezas animales como «un pájaro extrahordinario» y elementos zoológicos representativos del mundo de lo anormal o de lo deforme, como un «bufano» (búfalo) negro sin cuernos y una cabra montés «que parece baca porque tiene los cuernos como tal». Al ser difícil proponer el azar como único promotor de un grupo de imágenes con esa coherencia temática, por más que estuviesen acompañados de otras, es preciso optar por creer en una ordenación voluntaria y tardía de un bloque de contenido teratológico que no tenía parangón en todo el Alcázar, aunque tampoco reunía todas las pinturas de este genero en él existentes, ya que el retrato de otro gigante llamado Juan Núñez se encontraba en la «quinta pieça del otro pasadiço», y había más en otras partes; en cualquier caso, este «ciclo» ornamental resulta una nueva persistencia de la cultura manierista, y se asemeja extraordinariamente a la esfera de los bestiarios de Rodolfo II y a las colecciones de Ambras de Fernando de Tirol, donde se encuentran mezclas de imágenes muy parecidas.
Jesús Sáenz de Miera, tomando datos del Inventario del Real Alcázar de Madrid de 1636, en "Lo raro del Orbe. Objetos de arte y maravillas en el Alcázar de Madrid". El Real Alcázar de Madrid. Dos siglos de arquitectura y coleccionismo en la corte de los Reyes de España, págs. 264 - 287. Ed. Nerea: Madrid, 1994".

Sobre otros monstruos, lejanos unos y tristemente próximos los otros, un texto publicado originalmente aquí.


Sol per sfogare il core.

En el año 1552, Pier Francesco Orsini, duque de Bomarzo hizo grabar esta inscripción en dos obeliscos en los jardines de lo que se ha dado en llamar "El bosque sacro de Bomarzo". Angustiado por la muerte de su esposa Julia Farnese, Vicino, se dio a la tarea de llevar a la piedra los monstruos nacidos su soledad.

"Mi vida... mi vida transfigurada en símbolos.., salvada para las centurias.., eterna... imperecedera... He ahí lo que debía relatar en Bomarzo, pero, no a través de los frescos efímeros de Jacopo del Luca, cuya posibilidad quedaría abandonada para siempre en el entrecruza­miento de los andamios, en una desierta galería del castillo, sino utilizando las rocas perennes del bosque. El bosque sería el Sacro Bosque de Bomarzo, el bosque de las alegorías, de los monstruos. Cada piedra encerraría un símbolo y, juntas, escalonadas en las elevaciones donde las habían arrojado y afirmado milenarios cataclismos, formarían el inmenso monumento arcano de Pier Francesco Orsini. Nadie, ningún pontífice, ningún emperador, tendría un monumento semejante. Mi pobre existencia se redimiría así, y yo la redimiría a ella, mudado en un ejemplo de gloria. Hasta los acontecimientos más pequeños cobrarían la trascendencia de testimonios inmortales, cuando los descifrasen las generaciones por venir. El amor, el arte, la guerra, la amistad, las esperanzas y desesperanzas... todo brotaría de esas rocas en las que mis antecesores, por siglos y siglos, no habían visto más que desórdenes de la naturaleza. Rodeado por ellas, no podría morir, no moriría. Habría escrito un libro de piedra y yo sería la materia de ese libro impar."("Bomarzo", Manuel Mujica Lainez. Gran Premio Nacional de Literatura, Premio John F. Kennedy y Medalla de Oro del Gobierno Italiano)


Los monstruos fueron recreados en la obra pictórica de Salvador Dalí y del holandés Carel Willink , en la de novela de Manuel "Manucho" Mujica Lainez y en la ópera de Alberto Ginastera basada en el "Bomarzo" de "Manucho".

La ópera comienza con la escena final del texto de Mujica Lainez:
"El duque Pier Francesco Orsini murió de veneno, sin originalidad, como cualquier príncipe del Renacimiento, en el instante preciso en que creía que tornaba a ser totalmente un ascético príncipe medieval. Pero aún en eso, en la ironía trágica del emponzoñamiento con la pócima que aseguraba el perpetuo subsistir, el duque de Bomarzo fue distinto a todos los numerosos duques envenenados de su época, como su célebre parque fue distinto a todos los demás, porque cuanto con él se vinculaba fue distinto del resto."
Ginastera dirigía el "Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales del Instituto Di Tella" y recibió de la "Washington Opera Society" el encargo de una ópera que formó parte de la temporada 1967 en el "Lisner Auditorium de Washington". Víctima de otros monstruos, la ópera fue prohibida en Argentina por el gobierno militar de turno y recién pudo estrenarse en 1972.

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